Uno de mis primeros coachees fue un jugador de tenis que acudió a mi a través de su entrenador porque decían estar desesperados porque a pesar de sus cualidades técnicas innatas, era incapaz de jugar en competición tal y como lo hacía en los entrenamientos o campeonatos poco importantes para él. Emilio me contaba que en el momento en que afrontaba una competición que procesaba como importante, “se le encogía el brazo” y no tenía forma de soltarse.
La primera pregunta era clara: ¿Con que actitud afrontas la competición?
Con la de ganar, respondió él.
¿Y que hay que hace en el tenis para ganar? Pregunté yo.
Fallar menos que el rival. En el tenis gana el que menos falla. Dijo él.
… Allí estaba. Lo que me esperaba. La creencia que limitaba a Emilio y que condicionaba por completa toda su forma de jugar en las competiciones. LA PRIORIDAD ES NO FALLAR.
Aunque ningún jugador se comporta en todo momento de una misma manera, podemos distinguir dos extremos de deportista en cualquier modalidad:
a) El deportista que sale al campo con la actitud de ganar a base de hacer las cosas bien y dando buenos golpes.
b) El deportista que sale al campo con la actitud de ganar pero a base de no equivocarse o hacerlo menos que el rival.
Parece lo mismo, pero no es igual. La actitud del deportista que quiere dar buenos golpes, lo que produce es ganas de hacer las cosas bien, ganas de gustarse a sí mismo y al público. En definitiva, genera ilusión. Estos jugadores tienen más fácil mantener la concentración porque se focalizan en lo que han de hacer con la bola que llega, no en lo que han de evitar. Suelen recuperarse mejor y más rápido de los errores y los consideran un elemento más del partido que seguro que ocurrirá.
Por el contrario, la actitud del deportista que se centra en no fallar produce miedo al fallo. Y hemos comentado varias veces en este blog lo que genera el miedo: aumento del nivel de activación, estrés, falta de concentración (al estar pendiente de lo que NO hay que hacer, la mente no fluye libremente con el juego) y, en definitiva el tan temido agarrotamiento e incapacidad de atacar con decisión a la pelota. En estos casos la competición se percibe como un evento estresante y como un reto difícil de superar. Para estos jugadores un error es un mundo, sencillamente porque supone no cumplir con su objetivo. Su objetivo es: NO EQUIVOCARSE.
Además de todo esto, cuando en una competición deportiva nos centramos en no fallar, nos volvemos previsibles, evitamos cualquier riesgo y facilitamos la labor de nuestro rival.
¿Quiere decir esto que hay que jugarse todas las bolas? Ni mucho menos. Quiere decir que hay que concentrarse en poner la pelota donde la quieres poner, no en no fallar. Si estás defendiendo te centras en donde poner la pelota para seguir aguantando, pero no pones el foco en NO FALLAR.