En el transcurso de las últimas temporadas un interrogante asola mis pensamientos cada vez que tengo la suerte de viajar a torneos internacionales o se disputan partidos susceptibles de generar alto estrés en competición: ¿Cómo afrontar éste tipo de encuentros con la suficiente templanza para que los chicos no asuman más responsabilidad de la que se les supone con 11 años, que es ninguna?
Hoy en día el grueso del trabajo de las grandes canteras del fútbol reside en la elaboración de idílicas formas de juego de equipo en base a la detección y formación de individuos talentosos, cuyo afán por llegar a la profesionalización desde la dedicación exclusiva, asombraría a cualquier persona del “mundo real”. Pero… ¿se prepara correctamente a esos niños para asumir el peso de la vida que a priori han escogido? ¿Acaso no tienen derecho a perder esos jóvenes? Ahí está nuestra labor…

En mi opinión, lo que algunos llaman psicología aplicada, en el trato con edades tempranas debiera tener un gran porcentaje de sentido común: dediquemos unos segundos a reflexionar antes de estos partidos; los chicos ya tienen la cabeza saturada de datos (posición en la clasificación del rival, jugadores referentes, jugadas estratégicas a tener en cuenta…) que siendo honestos, son importantes en la búsqueda de resultados positivos. Pero a pesar de ello, tendré la osadía de formular una pregunta: ¿Vamos a ser nosotros quienes nos sumemos a ese colectivo que incide machaconamente en la presión que ya desborda las cabezas de esos jugadores/personas?
Hace algún tiempo ya, tuve la oportunidad de estar presente en un vestuario cuyo equipo, iba primero en la clasificación y se enfrentaba a su rival directo en el campo de este. El partido tenía todos los alicientes para generar la suficiente felicidad, crispación o ansiedad (según se desarrollara el choque) capaz de “parar un tren”. Media hora más tarde me fui de aquel vestuario hacia el campo con la convicción de que, independientemente del resultado, el “míster” había hecho todo lo posible por restar presión de la cabeza de esos chicos.
¿Sabéis cómo afrontó el entrenador un partido de semejante envergadura? Simplemente, haciendo referencia a aquellos grandes partidos que se disputan en los patios de los colegios, y que quienes hayamos tenido la suerte de presenciarlos, habremos observado un siempre interesante 6º A contra 6º B de primaria disputándose la hegemonía del colegio y la mirada de unas cuantas chicas encantadas de dar un beso en la mejilla de los campeones.
Aquellos niños salieron a jugar con la convicción de que sus rivales no eran más que eso, chicos de 6º de primaria como ellos, dispuestos a hacer las cosas bien para llevarse el beso de la chica más popular de clase. Seguramente, muy cerca de ése vestuario, se plantearía el partido desde la perspectiva de: “Somos segundos y nos enfrentamos a los primeros, si no ganamos, se nos escaparán en la clasificación…”
¿Sabéis quién ganó el encuentro? Los chicos que jugaron el partido del patio del colegio…
Ahora os hago una pregunta: ¿Cómo vais a plantear los partidos, cómo en 6º de primaria o cómo finales de Champions…?