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¿Cuál es la emoción óptima para competir?

Todas las emociones son adaptativas, esto quiere decir que su función es ayudarnos ante las situaciones que se nos plantean. Todas son, por lo tanto, buenas en un momento dado y con una intensidad dada. Hasta la tristeza es positiva y necesaria!

Ahora bien, a la hora de competir hay 2 emociones que se llevan la palma porque nos acercan al estado óptimo de activación. Estas emociones son: la ira y la alegría.

Por otro lado, hay 2 emociones de las que debemos huir en la competición o en sus instantes previos: el miedo y la tristeza.

¿Por qué y cómo las emociones influyen en el rendimiento deportivo?

Cada emoción lleva asociada una fisiología concreta. Cada emoción tiene un ritmo cardiaco determinado, una respiración y una tensión muscular asociadas, una gesto en la cara, una postura corporal y, además de esto e incluso más importante, una forma de procesar la información del exterior.

La ira es la emoción que se despierta cuando una persona quiere hacer o lograr algo y alguien o algo se lo impide. La ira conlleva un aumento de la frecuencia respiratoria, una apertura de las fosas nasales, una postura corporal de pecho fuera, mentón ligeramente hacia abajo y un procesamiento mental del tipo: “No vas a pararme. Quiero conseguir esto y al que se ponga por delante me lo llevo” La ira conlleva una gran elevación del nivel de activación y esto es ideal, si se sabe manejar adecuadamente, para los jugadores que necesitan mucha activación para llegar a su óptimo. Hay jugadores así. Jugadores que necesitan salir al campo odiando al rival, cabreados. La ira bien manejada es una emoción ideal para competir, eso sí, si te pasas te lo pierdes y, entre otras cosas, dejas de pensar con claridad o tienes un exceso de tensión muscular.




 

La alegría es otra emoción muy positiva para competir. Sobre todo porque, si no es extrema, conlleva una bajada del nivel de activación (resta presión), una cierta soltura y sensación de fluir, de ir sobrado. Además, facilita la toma de decisiones, la búsqueda de decisiones y la creatividad. Al contrario que en el caso de la ira en la que el pensamiento es del tipo “te voy a pasar por encima”, en la alegría es más bien “haz lo que quieras chaval… no vas a pararme”. Ahora bien, la alegría llevada al extremo hace que nos volvamos demasiado confiados, nos quita tensión y, si el rival está muy metido y muy agresivo y las cosas empiezan a salir mal, hay riesgo de dejarse amedrentar e irse del partido.

¿Entonces?

La investigación nos dice que tenemos el poder de elegir de forma consciente la emoción que queremos sentir. Si bajamos la cabeza miramos al suelo, bajamos los hombros, ponemos los labios en forma de U invertida, respiramos lenta y profundamente y alimentamos al cerebro con determinados pensamientos tristes, nos ponemos tristes. Y eso mismo se puede conseguir con cualquier emoción si sabes los estados que la definen.

Hay 2 emociones óptimas para competir y cada una nos aporta algo diferente. Con el adecuado entrenamiento y actitud, podemos recurrir a ellas cuando las necesitemos y de forma consciente.

Elige tu emoción y utilízala.