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Cómo evitar quedar anclado en el error cuando eres futbolista

Cuando se llevaban disputados 20 minutos de la final del mundial de fútbol Brasil 2014 entre Argentina y Alemania, el jugador alemán Toni Kross cedió mal un balón hacia atrás y dejó la pelota franca al delantero argentino Higuaín en un mano a mano con el portero. Éste dejó botar el balón y lo golpeó con fuerza, saliendo desviado más de medio metro del poste derecho de la portería en lo que se definió como una situación clara de gol. El partido estaba 0-0.

Un error ante una situación que el jugador percibe como clara y en un partido de la trascendencia mundial como el que se jugaba, puede producir efectos a 3 niveles:

Durante el propio partido:

Tras el fallo el jugador empieza a procesar lo que ha pasado y comienza a dar una interpretación a los hechos ocurridos. De lo que se diga a sí mismo en ese momento va a depender de forma absoluta su rendimiento. Si se lanza mensajes de todo o nada sin pensar que lo ocurrido es un lance más del partido y que lo puede revertir en los restantes 70 minutos, sus reacciones serán las de querer desaparecer, no luchar por revertir el error, anticipar los efectos y la repercusión que el error tendrá al acabar el partido, miedo a participar en el juego y volver a fallar…

Resultado de todo eso, el jugador tratará de asegurar en cada acción y reducirá al máximo los riesgos para no volver a fallar. En definitiva, se convertirá en un delantero previsible y generará escaso peligro.

Al finalizar el partido:

Al final del partido el jugador sube al autobús y se marcha al hotel o a casa. A partir de ese momento, lo normal es que el error vuelva a la mente una y otra vez. El jugador está intranquilo, irascible, susceptible e incluso le cuesta conciliar el sueño porque la tensión no abandona su cuerpo.

¿Por qué le ocurre esto?

Porque toda emoción tiene una función y unos estados fisiológicos asociados. Las emociones generadas por el exceso de tensión negativa o la frustración lo que hacen es dotar al cuerpo de más energía física y al cerebro de más ganas de reflexión para que busquen e implementen juntos una solución al problema. Una solución a eso que está provocando que nos sintamos mal. Por eso, ante cualquier evento interpretado como negativo, por su propia naturaleza, nuestro cerebro nos activa, nos llena de energía y nos obliga a recordar una y otra vez lo que ha pasado para que busquemos una solución. Por eso el error viene a la mente una y otra vez. Y lo seguirá haciendo (de acuerdo con los estudios de Gilboa y Revelle durante aproximadamente 2 horas si no encontramos antes la solución).

¿Cómo se puede calmar al cerebro?

Pues dándole una solución. Convenciéndole de que sabes por qué ha pasado lo que ha sucedido y que ya sabes que hacer para que no vuelva a pasar si te vuelves a ver en idéntica situación. También quitándole importancia a lo que ha pasado. Racionalizándolo y objetivando lo sucedido. ¿Es tan grave? ¿Le puede pasar a cualquiera? ¿De verdad hemos perdido por eso?

Con ayuda de técnicas de relajación al llegar a casa. Altamente recomendable utilizar estas técnicas al finalizar cada competición. A todo esto, y volviendo a la acción que ha dado título a este post, bajo mi punto de vista, Higuain no quedó anclado en el error y reaccionó con pelea y ganas de revertir la situación.